sábado, 24 de octubre de 2015

SOBRE LA PSICOTERAPIA DE LA HISTERIA

Partiendo del método de Breuer, Freud se ocupo de la etología y el mecanismo de la neurosis en general. Esta etología debía buscarse en factores sexuales. Al escoger el método catártico para aquellos casos que era posible diagnosticar provisionalmente como histeria porque presentaban muchos de los síntomas característicos de ella, se obtenían pocos resultados. El método resultaba mas eficaz en neurosis que no parecían histerias, en los que se lograba influirlos y aun solucionarlos.
La eficacia de este método  no influye sobre las condiciones causales de la histeria y por tanto no puede impedir que en lugar de los síntomas eliminados se generen otros nuevos; los obstáculos residirían en circunstancias personales de esos casos.
El método catártico no pierde valor por ser sintomático y no causal. Una terapia causal no es sino profiláctica, suspende el ulterior desarrollo de la afección , pero no necesariamente elimina con ello los productos que ha dado hasta el momento. No le quita todo consuelo en cuanto al futuro, por lo que atañe a la posibilidad de una recidiva. Con la terapia catártica uno cura solo lo que es susceptible de curación espontanea, o en ocasiones también otras cosas que espontáneamente no se habrían solucionado.
El método requiere un gran interés por los hechos psicológicos y al mismo tiempo, una simpatía personal hacia los enfermos. Las condiciones que se les exigen no son menores; por debajo de cierto nivel de inteligencia el procedimiento es absolutamente inaplicable y cualquier contaminación de debilidad mental lo dificulta de manera extraordinaria.
Algunos enfermos no eran hipnotizarles, aunque el diagnostico indicaba histeria y declarara probable la vigencia del mecanismo psíquico. Se rehusaban al intento de hipnosis.
Entonces, se ordenaba a los enfermos acostarse y cerrar los ojos deliberadamente para concentrarse, lo cual ofrecía al menos cierta semejanza con la hipnosis. Un mero esforzar podría hacer salir a la luz las series de representaciones patógenas; la misma fuerza psíquica coopero en la génesis del síntoma histérico y en aquel momento impidió el devenir consciente de la representación patógena. Todos ellos de naturaleza penosa, que provocaban dolor psíquico. De ella se desprendía, naturalmente, la idea de defensa. Es decir, entonces, que el no saber de los histéricos era en verdad un “no querer saber”.
Se servia entonces, en primer termino de un pequeño artificio técnico. Se anticipaba al enfermo que le aplicaría una presión sobre la frente y le aseguraba que, mientras dure esa presión y al cabo de ella, vería ante si un recuerdo. 
Por medio de el se disocia la atención del enfermo de su búsqueda y meditación conscientes, como quedar absorto en una bola de cristal. 
Con frecuencia emerge una representación que dentro de una cadena asociativa es un eslabón entre la representación de partida y la buscada, patógena; pero cuya aparición le causa asombro porque ha olvidado su vinculo con la representación de partida. Este vinculo se comprueba con la ulterior trayectoria del análisis. El enfermo intentara desmontarlas, por así decir, al trasponerlo en palabras. Es signo de una defensa lograda de las representaciones patógenas, tornando débil la representación fuerte, arrancándole el afecto. Entonces, para hallar la dirección por la cual debe avanzar el trabajo, uno se orienta siguiendo la propia imagen mnémica.


Entre las tareas del análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de acrecentamiento en su intensidad o de retorno. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con intensidad reforzada, tan pronto como uno ha entrado en la región de la organización patógena que contiene la etiología de este síntoma y desciende tras una declaración completa. 
La terapia no consiste entonces en extirpar algo sino en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación el camino por un ámbito antes bloqueado. Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el núcleo de la organización patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el enfermo no sabría que hacer con el esclarecimiento que se le obsequia, ni seria alterado psíquicamente por este ultimo. 

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